La cocina y yo

Esta entrada es de mi vieja casa, pero la re-edité para que sepan un poquito mas de mi aquellos que no me conocen.

Mi primer enfrentamiento a una hornalla fue cuando tenía 8 o 9 años. Me habían enviado a pasar unos días a la casa de un primo de mi papá y su señora. Para ellos yo era una pequeña salvaje del campo a la que debían civilizar. Una de las primeras lecciones que quiso darme mi tía fue de cocina. "Voy hasta el almacén, cuidá que no se quemen los zapallitos" Sin decir más salió de la casa dejándome frente a un sartén satánico que se burlaba de mi con su risa chirriante. Según la dimensión del tiempo de una niñita asustada se demoró siglos en volver. Miró el sartén con ojos críticos y dijo: "Casi se queman". Yo, con la adrenalina que produce el miedo de enfrentar a una persona por demás de autoritaria, deduje que el "casi" significaba que no se habían quemado, ya que yo no tenía ni idea de la diferencia entre un zapallito cocido y uno quemado. Saqué fuerzas de mi debilidad y respondí "Pero no se quemaron, iba a apagar el fuego justo cuando entraste". Obvio que no me creyó.

La segunda lucha fue contra una olla con fideos. Mi mamá se había ido de viaje y me dio instrucciones precisas antes de salir: "Calentale la verdura a tu padre y cocinale unos fideos para acompañar". No recuerdo que edad tenía, pero calculemos unos 13 años. Lo que mi mamá dió por obvio, pero yo no sabía, era que al agua de los fideos había que echarle sal. Resultado: una fuente llena de fideos sin sal, cara de indiferencia de mi viejo comiendo verduras y mi orgullo herido comiéndose la fuente de fideos.

Creo que esas dos experiencias marcaron para siempre mi destino: odio la cocina y siempre me quedo corta con la sal.

Claro que con el tiempo tuve que aprender a cocinar obligadamente y sin segundas opciones. Guardaba cada receta que caía en mis manos, me armé una carpeta y así fui perfeccionando mi arte culinario.

Aprendí a hacer tortas de cumpleaños, decoradas y todo!!! El resultado de ese aprendizaje fue que en cada cumpleaños todos me decían "vos hacé la torta". Al principio las hacía feliz, disfrutando el reconocimiento a mi esfuerzo, pero con el tiempo me cansé de hacer tortas para todo el mundo y ahí terminó mi incursión por la repostería decorativa. Con los pasteles, medialunas y el budín de pan quedé en el primer intento, me sentí tan frustrada por el resultado que no volví a intentarlo.

Me acuerdo cuando mis hijos eran chiquitos yo, como toda madre, inventaba cosas para que incorporaran en su dieta los alimentos que no les gustaba. Así, cuando hacía tarta de carne le mezclaba acelga o espinacas y cuando me preguntaban qué era eso verde les decía que era lo mismo que le ponía a las milanesas... perejil. Un día, pasada la encuesta inicial "De que es la tarta?" "De carne", Leo levantó la masa con la punta de sus deditos y mirando dentro me preguntó: "Y donde está la carne?"

Otra trampa psicológica era la tortilla de papas. Leo no quería comer huevo en ninguna de sus diferentes cocciones, entonces le expliqué que la tortilla no se cocinaba con huevo, que al freir las papas con poquito aceite éstas se pegaban entre sí formando la tortilla y él se la comía feliz. Pasados varios meses, vino un día de la casa de su abuela y me dijo eufórico: "Mamá, la abuela me hizo tortilla de papas con huevo y me gustó!!!" Yo lo miré con cara de madre superada y con tono triunfal le dije: "Y con qué te crees que la hago yo, bolú!!"

Mi especialidad son los ñoquis caseros. Si no me creen preguntenle a mi amiga Cape, que viaja 200 km solamente para comer mis ñoquis, aunque ella diga que viene a visitarnos, yo sé que es por eso. Aunque el Carde opina que lo mejor es el pastel de papas y Lula prefiere las pizzas caseras.

Pero lo divertido es reinventar comidas con el Carde. Como ayer a la tarde, que quería hacer unas crepes rellenas con dulce y queso, "crepes a la Farenás" (asi dijo que se llamaban, yo no sé). Pusimos manos a la obra. "Yo se hacer panqueques" "No importa, los hacemos mas gorditos y listo" respondió él. Los hicimos, los rellenamos, los saboreamos, pero.... habían sobrado. Entonces decidimos convertirlos en tacos mexicanos, pero argentinos. Preparamos un relleno de pollo picado, salsa picante, tomate y demás y... cuando me di cuenta que no les había sacado una foto para mostrarles, ya los habíamos comido!! Otro día les cuento de la pizza de dulce de leche, que de esa si hay testimonio visual!!

Y no hay nada que me llene mas de orgullo que cuando alguno de mis hijos me dice: "Me tenés que enseñar a hacer...." y mis recetas quedan como herencia familiar.

En fin, mi relación con la cocina es una cosa así como de amor y odio que no se ha terminado de definir. Ella insiste en que la quiera y yo, en estar lo más lejos posible de ella.

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