Mis amigos

Hoy no quería escribir, me senté en soledad con mi cuaderno y conversamos.

Me cuenta de las cosas que quiere que le escriba, de sueños que ha tenido y lo que ha imaginado. La birome nos mira con un poco de recelo y en su cara un reproche de cierto desconsuelo.

La tomo entre mis dedos, y su esbelta figura se recuesta en mi mano con una suave ternura. Con traje azul oscuro y sombrerito blanco, impecable y sin quejas trabaja sin descanso.

Yo dicto las palabras que en mi mente transitan y ella las dice al cuaderno con voz suave de tinta. Cuando se quedan solos, yo no sé de qué hablan, si se dirán poemas o algún cuento de hadas.

A veces me sonríen con cierta picardía y en secreto
me cuentan alguna nueva rima.
Entre los tres armamos alguna historia loca,
discutimos finales,
o transformamos en verso alguna prosa.

Cuando me siento triste o tengo algún problema
mis fieles confesores alivian toda pena.
Me obligan, me levantan, me empujan y me animan
“Vamos! Escribe esa historia que hace mucho imaginas”

Y por más que me niegue
a escribir lo que siento
arrancan de mi alma
algún poema o cuento.

Y termino siempre
con los renglones llenos,
palabras agrupadas
de sentimientos plenos
que salen de mi alma
y atrapan mi cuaderno.

Hoy, no deseaba escribir nada. Pero ellos, mis eternos amigos, extraños amantes, en esa relación literaria de poetas bohemios, han encontrado la forma en que lo haga. Mi cuaderno y mi birome, y yo la Celestina de un amor sin temores.

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