No es que para mí un mosquito sea una rareza, los he visto y he convivido con ellos toda mi vida. Habiendo nacido en un barrio rodeado por descampados y con un arroyito a una cuadra, pasé mi niñez con los brazos, piernas y caras llenas de ronchas coloradas y algún que otro moretón de los golpes intentando matarlos. En mi época no existía el Off, y si existía no se usaba, para que gastar plata en esas nimiedades si podíamos usar nuestras manos. Además tampoco se conocía el dengue, así que una insignificante picadura no podía afectarnos. Ajo y agua.
Además, mi familia siempre fue del gusto por la pesca, la caza y cualquier cosa que pudiera hacerse en el campo, a cielo abierto y a mosquito zumbando. Así que estoy acostumbrada a verlos de todo tipo y tamaño. Pero lo que estoy viendo en esta ciudad no lo he visto nunca. El primer día que vi uno creí que un helicóptero se había metido en mi departamento, pero me extrañó que hubiera aterrizado en el techo y cabeza abajo. Me acerqué sigilosamente y preguntando con autoridad “Hay alguien ahí?”. Al no recibir respuesta me acerqué un poco más y quedé anonadada, perpleja y pasmada: esa cosa inmensa era un mosquito, no había ninguna duda.
Me puse a investigar un poco sobre esos insoportables zumbones y descubrí que en la Argentina hay 222 especies, de las cuales 51 se encuentran en la provincia de Córdoba. No hay ninguna duda que las otras 171 están en Rosario. Los hay grandes, pequeños, grises, negros, rayados, de alas grandes, de alas finas y no me acerqué demasiado, pero calculo que alguno hasta debe tener colmillos.
Claro, el clima de esta ciudad favorece la reproducción de estos insufribles insectos, esa debe ser la causa que haya millones de ellos… en mi departamento!! Llueve 15 minutos y después sale un sol como para cocinar huevos fritos en la vereda, así que calculo que los lugares con agua donde nacen son como perfectas incubadoras productoras de monstruos chupasangre. Otra razón que se me ocurre es que los rosarinos son de muy buena sangre y por eso los mosquitos desarrollan ese tamaño descomunal, porque que yo sepa, volcanes por acá cerca no hay.
Pero eso sí, hay que reconocer que son muy considerados, cuando pican solo dejan un puntito rojo, sin ardor ni picazón. Como prevención he sacado todos los floreros y adornos, y he puesto en su lugar un tarro de Raid sobre cada mueble. Además es un gran ahorro en desodorante de ambientes, ya que nada puede tapar el olor a insecticida. Si me ven algún día asomada al balcón y tosiendo a más no poder, no me griten que deje de fumar que no es por el cigarrillo. Podré morir intoxicada, pero picada… jamás!!