lunes, 21 de septiembre de 2009

Quién dijo que todo está perdido...

 

“Muéstrame un obrero con grandes sueños y en él encontrarás un hombre que puede cambiar la historia. Muéstrame un hombre sin sueños, y en él hallarás a un simple obrero”.

James Cash Penny

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Me puse a mirar un rato el informativo en la TV y por supuesto las mismas malas noticias de siempre: un centro de distribución de droga en pleno microcentro de capital cuyo jefe solo tiene 16 años, un peluquero descuartizado, adolescentes completamente borrachos a las dos de la tarde festejando la llegada de la primavera, pero... por qué me quedé mirando todo eso? Por un titular que pasaron anteriormente y quería ver la noticia completa: “El golf de los pobres”. Un campo de golf armado en un descampado que es casi un basural, donde van los chicos y algunos grandes del barrio a jugar.

La idea surgió cuando Fernando Enrique, un humilde vecino del lugar que trabajaba de caddie en el Jockey Club de San Isidro, decidió armar un “club de golf” en el carenciado barrio.

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El descampado, con charcos, desagües que lo cruzan y bolsitas de nylon tiradas por doquier, es el lugar de reunión. Está ubicado en el barrio Ovejero, de la localidad de Escobar, Buenos Aires. Los hoyos están marcados con pedazos de caños de PVC prolijamente cortados y los banderines son simples ramas con una bolsa o un envase Tetra Brick atado en la punta. Tienen solo cuatro palos de verdad que les regalaron y se lo van pasando de un chico al otro. Pero el ingenio de la pobreza no tiene límites y muchos han armado sus propios palos dándole la forma a un caño con un martillo, y con orgullo dicen “este es un ocho”. Otros han tenido la suerte de que sus padres se lo regalaran para el cumpleaños.

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No tiene cercos, ni vestuarios, ni buffet, ni premios millonarios  ¿Quién dijo que se necesita todo eso para disfrutar un deporte? Solo hay que ver las caritas de esos niños para descubrir muchas cosas. Si me dieran a elegir jugar en el Augusta Country Club o en el campito de Ovejero, sin dudarlo elegiría este último. No ganaría millones (en caso que supiera jugar, obvio) pero ganaría una fortuna con la alegría sincera y desinteresada de esos chicos.

Hoy, Fernando ya no está, lo mataron en una pelea callejera. Pero Ezequiel González, que aprendió de su amigo los secretos del golf, sigue poniéndole el alma al Línea Golf Club (Línea era el apodo de Fernando). ¿Sabrá la dimensión de lo que está haciendo por esos chicos?

“...Y hablo de países y de esperanza
Hablo por la vida y hablo por la nada,
y hablo de cambiar ésta nuestra casa,
De cambiarla por cambiar no más.

Quién dijo que todo está perdido
Yo vengo a ofrecer mi corazón.”

 

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Fotos: criticadigital.com

lunes, 14 de septiembre de 2009

Esos locos bajitos...

 

Esta entrada se la dedico a todas las mujeres embarazadas o que estén pensando en tener un bebé, pero principalmente a mi querida Perlita que, como toda mamá primeriza, está con los miedos lógicos de esta maravillosa experiencia que nos regala la vida (y nos cobra más tarde) de ser madres. Las preguntas que surgen en una primeriza son muchas, pero especialmente una les empieza a dar vueltas en la cabeza y no las abandonará jamás: “¿podré ser buena madre?” No importa lo que hagas o dejes de hacer, ese pequeño animalejo siempre se las arreglará para que te sientas culpable por algo. Así que a relajarse y a disfrutar de esta maravillosa experiencia.

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Todo comienza un mes cualquiera en que nos damos cuenta que algo nos falta. Vamos al médico, hacemos los análisis y “¡Felicitaciones señora! Va a ser mamá”.

Dicen que el embarazo es la etapa más linda que pasa una mujer. Vamos a ver... Nos pasamos los primeros tres meses vomitando todo lo que comemos. Para esto hay algunos consejos médicos que las pueda ayudar. “No correr, caminar despacio siempre” Si el baño le queda en la otra punta de la casa, acostúmbrese a andar siempre con un tupper bajo el brazo. “No ingiera alimentos inadecuados” ¿A que llaman inadecuado cuando hasta un vaso de leche te revuelve hasta las entrañas? “Come poco y más seguido” y consigue más recipientes para llevar bajo el brazo. “Come algo antes de levantarte” si tu marido se va al trabajo antes que te despiertes y no tenes mucama, mudá la heladera al dormitorio. Pero no se asusten, esto solo dura 3 meses... o 4 si usted es de esas personas con poca suerte.

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El día que sentimos la primera patadita nos olvidamos de los primeros tres meses de tortura y saltamos de felicidad... sin saber lo que nos espera. Porque esas tiernas pataditas que son una caricia interna de nuestro bebé, a medida que pasa el tiempo se convierten en patadas al mejor estilo Maradona en sus buenas épocas, y nos dan sin piedad en el hígado, en el páncreas y debemos agradecer que nos quiebren las costillas. Y no sirve de nada que les gritemos “¡Nene! ¡Yo no las tengo!” Si a todo esto le sumamos que debemos olvidarnos de nuestro guardarropa habitual para pasar a ser una sucursal del Circo Sarrasani y que debemos embardunarnos con cremas para las estrías, para las várices y para las manchas de la piel, hacer los ejercicios preparto, trabajar, hacer las compras, limpiar la casa y encima tener ánimo para arreglar su cuarto... ¡No, no se asusten, eso no es todo!

No voy a describir el parto por una sola razón: estoy en contra de la cesárea innecesárea.

Y llega el día ¡tenemos a nuestro bebé en brazos! ¿Y ahora qué hacemos? Llora de noche, llora de día, y por más que los revisamos no encontramos la grabación que traían las muñecas de nuestra infancia “Quiero papa” “Me hice pis” Ni siquiera un 0-800 al cual llamar a las 3 de la mañana!! Recuerdo haber escuchado infinidad de veces “Llorar le hace bien para desarrollar los pulmoncitos” Ellos desarrollan unos pulmones a lo Pavarotti mientras nosotras quedamos mas sordas que Beethoven. Pero no se asusten, esto recién empieza.

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Alguna vez leí que cuando llega un niño a un hogar la casa debe dividirse en tres franjas. Hasta un metro de altura la casa es de los niños, del metro hasta 1,80 es nuestra y de ahí para arriba de las arañas. Nosotras matamos las que están a nuestro alcance y se salvaron de ser comidas por nuestro hijo, las que llegan al techo tienen bien ganado su lugar. No intente ser una supermadre y pensar que su bebé la va a obedecer. Haga lo que haga, diga lo que diga o grite tan fuerte como pueda, el niñito romperá cuanto adorno se le cruce, rayará cuanto libro alcance y se comerá todas las plantas que encuentre. No se preocupe, en un par de añitos ya puede atarlo a su cama sin cargo de conciencia.

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Después de eso viene la etapa del Jardín de Infantes, la edad de los porqué, la primaria y todas las enfermedades de la Enciclopedia Médica Universal, así que si usted no tuvo varicela cuando era chica prepárese a rascarse a cuatro manos mientras intenta explicarle al niño que no debe hacerlo para que no le queden marcas o pasarse una semana sin mirarse al espejo para no verse la cara inflada como ardilla que recién termina de comer gracias a las paperas. Si, ya sé que hay vacunas para todo eso, pero los chicos siempre se las arreglan para pasar la barrera de la inmunidad.

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Y cuando queremos acordar, esos monstruitos que nos deleitaban con sus sonrisas pícaras después de tirar la tortuga al inodoro o ponían carita de culpable (¡farsantes! jamás supieron lo que era la culpa!) al romper el jarrón de la bisabuela, un día y sin saber cómo sucedió... ¡¡¡se convierten en adolescentes!!! Entonces es que entendemos aquella famosa frase “Cuando son bebes son tan lindos que dan ganas de comérselos y cuando crecen nos arrepentimos de no habérnoslo comido”.

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Dijo Kahlil Gibrán: “Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida...” Y si, la vida se los lleva a seguir sus propios rumbos... ¿y nuestra indemnización? ¡Nada! Años de trabajo social, cocineras, maestras, enfermeras, mucamas, para que un día eso de pelo largo, aros en las cejas, tatuajes en el hombro y lenguaje inexplicable nos diga “Ma, me voy a vivir solo”. Y vos te preguntás “¿Por qué no me compré un perro?”

Pero no todo es negativo, cada sonrisa, cada abrazo, cada llanto que pudimos calmar, cada herida que ayudamos a cicatrizar, cada palabra que les enseñamos a balbucear y cada paso que dio tomado de nuestras manos, vale millones de veces más que todo lo anterior. Cada experiencia es única, porque cada hijo es único e irrepetible. Pero eso lo descubrirá cada una en ese maravilloso camino que empiezan a recorrer. Y no olviden disfrutar cada minuto, porque sólo dura 60 segundos.

Sil y Faus

 

Sandra1

lunes, 7 de septiembre de 2009

Mi tío Luis

Yo 4 años 2

Estaba viendo un recital de Argentino Luna. A medida que hablaba e intercalaba anécdotas, dichos y canciones se me comenzaron a llenar los ojos de lágrimas. No entendía por qué. Me gusta el folklore, pero no tanto como para emocionarme. Entonces entendí, de alguna forma me hizo recordar a mi tío Luis, no porque se parezcan físicamente, son totalmente distintos, pero hubo algo en su forma de hablar que lo trajo a mi mente. Y además, me trajo muchísimos recuerdos de mi niñez.

Mi tío Luis era un ser especial, muy especial. Creo, por no decir estoy segura, que fue la persona más querida de toda la familia. Su esposa e hijos lo adoraban. Sus sobrinos lo adoraban. Mi viejo lo adoraba. Yo lo adoraba. No hay una sola persona que lo haya conocido que no lo recuerde con un cariño inmenso, el mismo cariño que él le brindaba a todos. Un tipazo. Nunca lo vi enojado, jamás le escuché un grito, pero sí recuerdo que no le faltaba nunca un chiste para hacernos descostillar de la risa.

Le gustaba cazar. En aquella época, cuando yo era chica, no había problemas con las armas. Uno podía salir a recorrer los campos en busca de liebres o perdices sin que el dueño del mismo llamara a la policía. Y se tenía mucho cuidado para donde disparar. Era toda una aventura. Y después la vuelta a casa, limpiar las presas, cocinarlas y comer en la larga mesa todos juntos.

También le gustaba pescar. Salía con el auto cargado de cañas, un balde para poner los pescados, jugos, galletitas y el infaltable asado. Cualquier arroyo que tuviera un arbolito para cuando nos cansábamos del sol era bueno para tirar la caña mojarrera o el mediomundo. No se necesitaba reel ni aparatos especiales. Cuando me clavé un anzuelo en el dedo, fue él el que me cortó con una Gillette para sacármelo. Si me dolió? Y que importa, mi ídolo me había salvado.

Otra de sus aficiones era el asado. Reunirse un domingo cualquiera a almorzar era toda una fiesta. En estos tiempos modernos mucha gente  va a una parrilla, no hay que cocinar, es más limpio, les dan todo servido y después a casa. Pero nunca, por más que sea la mejor parrilla, con la carne de mejor calidad y el vino más fino, no tiene el mismo sabor. En los asados de la familia no importaba si la carne era dura, se masticaba un poco más y listo. No había apuros, no sonaban celulares recordando una reunión, ni los chicos tenían que irse porque los esperaban sus amigos. Era una reunión familiar y había todo el tiempo del mundo, nada más importaba. El sabor del vino no lo daba el color de la etiqueta. El sabor del vino lo daba el cariño de las manos que habían lavado y secado los vasos. Lo daba el cariño de las manos que lo servían. Lo daba la sonrisa pícara de los chicos que recibían su vaso con vino rebajado con soda, porque nadie pensaba que iban a ser alcohólicos por tomarse un vasito.

Tengo muchas, muchísimas anécdotas para contar, tantas que si me pusiera a recordar podría escribir un libro.

Mi tío murió joven, demasiado joven. Qué edad tenía? No lo sé, no me acuerdo. Pero eso no importa, hay personas que aunque vivan cien años, siempre serán demasiado jóvenes para morir. Lo lloré mucho, pero solo un par de días, hasta que se me apareció en sueños y me dijo “Por qué lloras? Yo estoy bien” Y estoy segura que sí, porque si prestan atención por las noches, se puede escuchar reír a las estrellas.

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