No sé si alguna vez les conté, pero me encanta observar el comportamiento de la gente frente a diferentes situaciones y hace algún tiempo descubrí que los supermercado son el lugar ideal para ver las actitudes de las personas: como compran, qué compran, de qué forma cruzan el carrito entre las góndolas y cuál es su actitud al llegar a la caja. Es una radiografía de cómo son en realidad, sin contar las cosas que se dicen…
Experiencia 1: Ayer fuimos a Carrefour con el Carde y Lula. Apenas traspasamos la puerta nos encontramos con la sección de juguetes. Buena estrategia para que los padres no puedan eludirlos y los hijos se antojen de comprarse todo. En dicha sección estaba una señora con una niñita sentada en el carrito de compras. No pude evitar oír la conversación de la mamá y la hija de no más de 2 añitos de edad.
-Mamá… tutú, decía la niña señalando el auto que tenía la madre en la mano.
-Los autos son para los nenes, vos jugas con muñecas, fue la respuesta de la mamá.
-Mamá… tutú, repitió la niña. A lo que la madre muy segura le respondió:
-Vos no querés un tutú, vos querés una muñeca.
No supe como terminó el episodio, ni quise saberlo. Nos miramos con mi hija y dijimos a coro “No podés!!!” y resistimos la tentación de volvernos y darle a esa mujer un sermón sobre la libertad de elección. Si le preguntáramos a esa señora que opina sobre la igualdad del hombre y la mujer en los diferentes aspectos sociales, respondería que está a favor de la igualdad, con la misma seguridad con la que le respondió a su hija marcándole una terrible diferencia de géneros.
Experiencia 2: Hoy tuve otra experiencia de mal comportamiento social en otro supermercado, esta vez uno chiquito de barrio, de esos donde todos se conocen.
Ni bien entré me paró en seco un olor bastante desagradable que no supe determinar que era, evalué salir de ahí y caminar hasta el próximo supermercado, pero como hacía calor y ya me dolía la cintura y la rodilla derecha decidí retener la respiración y entrar. Además, lo que yo necesitaba venía envasado de fábrica, así que no le influía el mal olor ambiental.
Cuando llegué a la caja tenía tres personas delante mío. Entró una pareja, morochitos y de aspecto sencillo, de esos a los que la gente llama despectivamente “negros villeros”.
Ni bien entró, la mujer que tenía más capacidad que yo para mostrar su desagrado no tuvo vergüenza en decir “que olor asqueroso hay acá, parece carne podrida” con el tono suficientemente alto para que todos la escucharan, a la vez que hacía ademanes con la mano para espantar el aroma. Cuando dirigió su mirada y su comentario hacia mi le dije “si, hay un olor horrible”
Las dos cajeras intercambiaron miradas entre sí y con las tres clientas que estaban delante de mí y con cara de sorpresa se dijeron “Olor? Vos sentís algún olor?” Mientras todas negaban una de las cajeras dejó escapar un: “se habrá bañado?”
Las miré con cara de fastidio y evalué la proporción del tamaño de la pareja, bastante voluminoso (exuberante diría mi hermana) y mi voz interior me dijo “Sandra, no abrás la boca o armás una trifulca de padre y señor nuestro”.
Mientras las cinco seguían murmurando y negando el olor nauseabundo me puse a pensar. Que hubiera pasado si el comentario salía de una señora ricachona de esas que en vez de galletitas y polvo para lavar llevan lomo y champagne? Por que se discrimina tan livianamente a una persona por su aspecto? Porque la señora podía ser humilde pero, se hubiera bañado o no, supo diferenciar el olor de algo en mal estado… Claro!! Que tonta soy!! Ahora, escribiendo esto me doy cuenta!! Las que estaban podridas eran las dos cajeras y las tres clientas que estaban delante mio!!!
Sobra decir que dicho supermercado ha desaparecido de mi lista de lugares de compra.
Ya les iré trayendo mas historias de supermercado. Y recuerde, cuando vaya de compras cuide su comportamiento, puede haber alguien observándolos jeje